
Cuando era pequeña, recuerdo que mi abuela tenía refranes para todas y cada una de las situaciones. Tal es así que, cuando en el colegio nos pidieron que recopiláramos todos los refranes posibles para un trabajo, yo fui una de las que más entregó. Ella me los escribía en el primer papel que encontraba a mano (un ticket de la compra, en muchas ocasiones) cada vez que se le ocurría uno. Al final, entregué en la clase de lengua la friolera de más de quinientos refranes, todos y cada uno de ellos salidos de su prodigiosa cabeza.
Uno de aquellos refranes decía así:
Se consigue más con miel que con hiel
Esta maravillosa sentencia del refranero español encierra dentro de esas ocho palabras una ingente cantidad de sabiduría. Qué pena que tantas veces nos olvidemos de aplicarla.
¿Existe alguna fórmula mágica que nos haga la vida más sencilla? Bueno, no sé si será una fórmula mágica o no, lo que sí creo es que la amabilidad puede hacer la diferencia. Bien es verdad que hay tipos de personalidades que parecen inmunes a todo (esto sería capítulo aparte), incluso a un gesto amable o a una expresión de cariño, pero en la mayoría de nosotros, recibir una muestra de amabilidad hace que nos sintamos bien. Pero no sólo eso, la amabilidad tiene la capacidad increíble de funcionar en ambos sentidos, puesto que no se siente bien únicamente el receptor de ese gesto, sino que el emisor también percibe una sensación de profundo bienestar, como si su corazón sonriera en algún sentido metafórico o real.
¿Por qué traer hoy un artículo sobre al amabilidad? Tal vez la pregunta en realidad debería ser, ¿y por qué no? No obstante, mientras oigo desde mi balcón como dos personas discuten abajo en la calle (no escucho lo que dicen, pero percibo claramente el tono), me reafirmo en la necesidad de reflexionar sobre esto: ¿nos hemos olvidado de ser amables y del poder transformador que esto tiene?
Estamos asistiendo a un momento histórico en el que se hace especialmente visible la hostilidad, la agresión y la violencia. Es lo que vende en los medios de comunicación y, como el virus que asola nuestras vidas en la actualidad, también se expanden a través de las redes sociales con una velocidad de vértigo. Estamos atravesando inconcebiblemente un momento social en el que los crímenes de odio y el rechazo a los que no piensan o sienten como nosotros o se alejan en algún sentido del estándar que nos parece aceptable o idóneo se está multiplicando de manera alarmante. Después de lo vivido en el pasado, parece que no hemos aprendido la lección. Y eso que nos creemos la especie más inteligente del planeta.
¿Qué sucedería si cada uno de nosotros ante una situación que nos lleva al límite decidiéramos responder de una manera diferente, sin dejarnos llevar por emociones tóxicas? ¿Qué ocurriría si cada uno de nosotros saludáramos con una sonrisa al entrar en un lugar y le diéramos las gracias sinceras a quien nos atiende, por ejemplo, en el supermercado, en un restaurante o en el centro de salud? ¿Os imagináis la infinita capacidad que cada uno de esos gestos tendría para transformar la vida de tantas personas?

Pero quiero ir un paso más allá y quiero plantearos el punto de vista más egoísta para que entendáis hasta que punto la amabilidad podría transformarnos. Igual que sucede con el agradecimiento, ser amable tiene efectos positivos en nuestra salud física y mental y la ciencia está ahí para corroborarlo. La explicación es muy sencilla, ya que en términos biológicos se activa nuestro sistema de la recompensa a nivel cerebral y se liberan endorfinas, lo que expande una sensación de bienestar tanto cuando nos mostramos amables como cuando recibimos una expresión de amabilidad por parte de otro ser humano. Además, se reducen los niveles de cortisol, la hormona responsable del estrés. Por lo tanto, no sólo nos sentimos emocional y mentalmente mejor, sino que reducimos los riesgos físicos que supone, justo al contrario, estar empeñados en mostrarnos hostiles y estar enfadados con el mundo.
Actualmente me estoy leyendo el libro «Cuando la mente encontró a su cerebro» de Luis Aguado (lo recomiendo 100 por 100) y dedica unas cuantas páginas a las funciones que desempeñan las neuronas espejo, descubiertas no hace demasiado tiempo por un grupo de investigadores italianos. En este apartado habla precisamente del aprendizaje por imitación (tan importante cuando somos niños), de la empatía y de cómo respondemos a la interacción con otros seres humanos en función de las emociones que provocan en nosotros. ¿Os habéis dado cuenta en cuántas circunstancias imitamos gestos y expresiones de otros congéneres? De esto habla la PNL (Programación Neurolingüística) largo y tendido, aunque no es el tema aquí. Cada uno de nosotros somos un compendio de genes y aprendizajes, de experiencias vividas y compartidas con otros seres humanos. No permitamos que la hostilidad triunfe. Conviértete un una herramienta del cambio.
¿Me ayudas a hacer de este mundo un lugar más amable para todos? Tú eres muy importante para que lo logremos.
GRACIAS POR LEER
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