EODLD – Capítulo 6 -Parte 1 Derek


Actualidad. Días 1 y 2 – jueves noche y viernes

Aquellos días en Antelope Canyon habían pasado deprisa. Había conseguido unas tomas increíbles de la hora del ocaso, ese instante efímero, esos segundos volátiles que se esfuman casi antes de que seas plenamente consciente de lo que está sucediendo, esa oportunidad ambigua de cambio irremediable que transforma el día en la noche, dando paso al reino de la caverna. El cielo se había teñido de un rojo sangriento, voraz y salvaje, que se colaba por las rendijas del cañón. Las filtraciones de luz parecían hilos de eternidad creando un paraíso de arcilla roja. Era un lugar muy fotografiado, casi hasta bordar el cliché, y eso Derek lo sabía. Tal vez por eso le gustaba más el reto, porque tenía ante sí la oportunidad de mostrar un enfoque diferente, algo personal y único de un lugar captado por millones de lentes. No obstante, por muchas fotos que se hubieran sacado de aquel lugar, seguía siendo un espectáculo digno de retratarse porque en cada una de las tomas había un matiz diferente que le proporcionaba un halo de majestuosidad irrepetible.

El cañón del Antílope, junto a Monument Valley, habían sido desde el principio algunos de los emplazamientos que tenía claro que quería que apareciesen en su nuevo proyecto, al que había pensado llamar De principio a fin, puesto que su objetivo era plasmar el avance del día con sus distintos juegos de luces en diferentes lugares emblemáticos de Estados Unidos. Sin embargo, últimamente barajaba la opción de añadir el subtítulo El Ocaso de los Días a su idea original, puesto que había comenzado el proyecto casi al final del verano y lo llevaría a cabo en lo que quedaba de otoño, justo cuando los días se van acortando más y más en su propio ocaso temporal, simbolizando esa decadencia y declinación típica de esa estación que precede al gélido invierno.

A diferencia de otros proyectos, que había ejecutado con cierta continuidad y sin apenas pasar por casa hasta que hubiera visitado la mayor parte de las localizaciones que tenía previstas, ahora procuraba no estar alejado demasiado tiempo. Sólo llevaba unos meses con Kisha y habían pasado momentos difíciles cuando se desataron los asesinatos de las jóvenes de quince años en la zona. Aquellos incidentes incluso le habían costado pasar una temporada a la sombra a pesar de ser totalmente inocente. Había colaborado desinteresadamente con la policía y había sufrido unas consecuencias inesperadas. 

Él se sintió muy dolido cuando intuyó que Kisha le creyó por un instante capaz de aquellas atrocidades, y se había abierto una herida muy honda en su interior, hasta que Bill le hizo entender que ella incluso había estado dispuesta a intercambiar su vida a cambio de que Derek fuera exonerado. Esa era sin lugar a dudas una prueba de amor irrefutable. Cuando el agente del FBI le contó aquello, como se había arriesgado para liberarle, se sintió mezquino y egoísta por dudar de ella y haberla castigado con su indiferencia.

La había querido desde que era un adolescente y nunca había tenido la más mínima oportunidad con ella hasta que, veinte años después, había regresado a Carmel con profundas heridas emocionales buscando una tranquilidad que le era esquiva en la gran ciudad. Cuando la vio por primera vez aquella tarde de muchos meses atrás, se dio cuenta de que seguía tan enamorado de ella como cuando era un crío. El destino había vuelto a cruzar sus caminos en el momento oportuno, cuando ambos estaban preparados y maduros para quererse como se merecían. 

Ese era el único motivo por el que procuraba no pasar muchos días fuera de casa. La echaba de menos cada segundo y con cada fibra de su cuerpo. Echaba de menos su calor, sus caricias, su carácter indomable. Necesitaba su compañía, saberla junto a él al despertarse por las mañanas, a pesar de que estaba muy acostumbrado a la soledad. Ahora esa soledad le parecía extraña y casi molesta.

Sabía que el tiempo pasado es imposible de recuperar. Aún así, sentía la necesidad de exprimir la vida junto a Kisha, multiplicar cada segundo por dos en un vano intento de arañarle al reloj aquellos años que le habían sido expoliados. Tal vez no era el momento de estar juntos cuando eran jóvenes y, quizás también, habían necesitado recorrer parte del camino en solitario para cruzarse en el momento oportuno, tal y como él mismo le había comentado un día cualquiera varios meses atrás. Los fracasos sentimentales previos y el dolor que causa el rechazo o el no ser correspondido, podría haber sido necesario en ambos para tener ahora una relación madura y completa. 

Kisha siempre había sido un alma indómita, con un carácter ingobernable. Era una mujer incapaz de someterse a lazos en los que ella no creyera y se rebelaba contra todo lo que fuera en contra de sus valores. Sabía que ella necesitaba recorrer por sí misma un camino en el que él le llevaba años de ventaja. Y no tenía prisa. Esperaría que lo hiciera y que llegase cuando fuera su momento. La quería a su lado y a Derek le merecía la pena la espera si, al final del recorrido, ella se sentía preparada para lanzarse a una vida eterna con él. 

El cambio que Kisha había experimentado desde que estaban juntos, era esperanzador. Lo fundamental era no presionarla. Y lo sabía muy bien.

Aquel día, después de las últimas tomas en aquel lugar  del rojizo desierto de Arizona que parecía haber sido diseñado por las manos de un artista, decidió que no quería esperar hasta el amanecer para volver a casa. Quería llegar cuanto antes para estar con ella y volver a la tranquilidad de su hogar. 

Pasó por recepción para hacer el check out. Era un hotel rural pequeño situado en Page, la localidad más cercana tanto a Monument Valley como al cañón del Antílope, a orillas del famoso río Colorado. Había escogido aquel alojamiento porque permitían animales domésticos y a Derek no le gustaba separarse de Bobby, su perro, un labrado de color canela, si no era imprescindible. 

En el hotel, que no contaría con más de quince habitaciones, apenas tenían ocupadas la mitad, por lo que no les resultaba difícil conocer bien a sus clientes. Aquella noche estaba la misma recepcionista que le recibió el día que llegó, lo que no dejaba de ser una divertida casualidad, especialmente por como se había comportado con él en aquella ocasión. Ella sonrió nada más verle. Era una atractiva joven de treinta y pocos años aburrida de la monotonía de la zona una vez pasada la época estival. Aquel día ella le había invitado a salir a tomar algo después de su turno y él había declinado la oferta amablemente a pesar de su insistencia. 

  • ¿Se va ya, Señor Harper? 
  • Sí, es hora de volver a casa. 
  • Es una pena que nos deje tan pronto.
  • Bueno, ya he terminado lo que venía a hacer.
  • Pero deja la habitación antes de tiempo. ¿Acaso no ha estado a gusto o no le hemos tratado bien?
  • No, nada de eso. He estado muy bien, de verdad. Gracias.
  • En cualquier caso, tome mi tarjeta por si alguna vez vuelve con más tiempo -dijo tendiéndole un pequeño trozo de papel con su número personal.
  • Gracias por el ofrecimiento, pero tranquila, seguro que no me sería difícil encontrarte si vuelvo. 
  • ¿Sabes qué, Derek? -preguntó inclinándose hacia él y cambiando intencionadamente el grado de intimidad de la conversación al llamarle por su nombre de pila-, creo que la señora Harper no sabe lo afortunada que es. Díselo de mi parte.
  • Se lo diré.
  • Así que al final si hay una señora Harper. ¡Vaya! Es una pena. Aún tenía alguna esperanza al no ver un anillo en tu dedo.
  • Ya. Bueno…
  • No deberías viajar a estas horas, va a oscurecer pronto -le interrumpió. 
  • No tienes que preocuparte, gracias. Iré con cuidado.

La situación le parecía surrealista, aunque no podía negar que se sentía halagado. Tiró suavemente de la correa de Bobby que estaba esperando junto a él y se dirigieron al coche. 

Derek confiaba en retornar a la serena Carmel que había abandonado pocos días antes, una localidad tradicionalmente tranquila que destacaba precisamente por esa calma que le era inherente.

No tenía ni idea del revuelo que había en la zona en aquel preciso instante. 


CONTINUARÁ…

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