
Este artículo quizás debe empezar con una pregunta: ¿Qué es escribir? Como prácticamente todo en esta vida, puede tener una definición sencilla, simplista o, por el contrario, llena de matices. Según lo primero, escribir puede entenderse como un acto mecánico y como una actividad productiva, en cuanto a su funcionalidad para comunicarse, transmitir información o dejar constancia de una transacción, por ejemplo. Pero decir eso sería dar una definición realmente simple y vacía de sentido. Tal vez en este momento, teniendo en cuenta lo que acabamos de decir, sea oportuna una nueva pregunta: ¿Qué es escribir para ti? Para mí, escribir es una palabra que está llena de significados que trascienden lo puramente material, mecánico o pragmático. Para mí escribir es mucho más de lo que puedo decir con palabras.
Para algunos, puede convertirse en un modo mágico de transmitir amor. Plasmar tus sentimientos de manera romántica, volcando todo aquello que en persona a veces no nos atrevemos a decir por miedo al rechazo. La poesía, por ejemplo, es una manera única e increíble de transmitir emociones. Hay poemas que verdaderamente traspasan los límites de nuestra piel y nos hacen estremecer desde dentro. Sin duda, las palabras tienen un valor incalculable.

Para otros, puede ser una forma de liberar su alma o una mente torturada. De hecho, en psicología es una herramienta de gran valor terapéutico, en cuanto que una buena parte de algunas terapias se fundamentan en la recogida por escrito de los pensamientos y sentimientos del paciente. Por ejemplo, un diario puede ser una herramienta tremendamente útil en cuanto que en él se recogen los eventos más relevantes del día que le han afectado positiva o negativamente y, sobre todo, la interpretación que el paciente ha hecho y que le ha generado determinados pensamientos.
La escritura tiene un valor extraordinario en cuanto a transmisión clara y exacta de información. De hecho, es la forma que plasma con fidelidad los conocimientos que queremos transmitir a las generaciones venideras.
Para mí, escribir trasciende todos estos significados. El tiempo vuela de una manera explícita e increíble cuando escribo. Siento que me sumerjo en la historia y las ideas no paran de llegar. Es muy real eso de que es importante escribir a diario para que fluyan las ideas. Cuando haces algún parón, por el motivo que sea, parece que cuando retomas el trabajo las ideas están revoloteando en un universo paralelo y te cuesta captarlas. Es como si tratasen de escaparse de tu mente. Por el contrario, cuando escribes a diario, florecen a un ritmo a veces inabarcable.
Escribir puede ser sinónimo de fluir, de dejarte llevar, de sentir que el tiempo vuela, de emocionarte, de experimentar la sensación de estar libre de ataduras, de ser tú mismo, desnudo, sin adornos. Escribir es una forma de vivir múltiples veces una vida.
Somos individuos emocionales y subjetivos por lo que definir un término de manera unívoca, en ocasiones, parece una tarea imposible.
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