
¿Acaso es egoísmo quererse a uno mismo? Claro que no. Es un acto de valentía cuando te ves vapuleado por envidias y comentarios ajenos malintencionados, cuando sientes que, a veces, la vida no te trata como mereces o, simplemente, cuando te sientes un tanto deprimido. Quererse a uno mismo es un acto de generosidad porque implica perdonarnos nuestros errores y no fustigarnos por ellos, tal y como perdonaríamos a un amigo o a una persona a al que amamos. Pero, además, quererse a uno mismo es el punto de partida ineludible para aprender a querer a los demás sin proyectar en ellos nuestras frustraciones o envidias.
No obstante el amor por uno mismo no puede entenderse de forma absolutista porque quererse no es sinónimo de imponerse por encima del resto. A veces, en esta corriente tan individualista a la que estamos asistiendo en este momento histórico, se nos olvida que el amor por uno mismo no es y no debería ser en detrimento de los demás.
La cuestión es que esto sucede, fruto en parte de una sociedad individualista cuyo mayor exponente es el selfie y el postureo. Presenciamos a diario actos de puro egocentrismo en los que parece que los demás no importan. Lo que prima es el hedonismo puro, la cultura del disfrute, el pasármelo bien sin mirar las consecuencias. Con la pandemia estos comportamientos parecen haberse agudizado, aunque tal vez sólo sea que se han hecho más visibles. La falta de solidaridad, el imponer nuestros criterio o nuestro bienestar al de los demás no es más que una estupidez sin precedentes que redunda en un empeoramiento de la calidad de vida de todos. Lo cuestionamos todo porque nos creemos en la posesión de la verdad, puesto que yo y sólo yo parece ser lo que importa. Y, sin embargo, debo insistir en el hecho de que el amor por uno mismo empieza por el amor hacia los demás, hacia el otro, diferente a mí y que, por ello, me enseña que mi verdad no es la única e inamovible.
Cuando te quieres a ti mismo, quieres el bien de todos. Es como un efecto boomerang, donde lo bueno que proyectas acaba volviendo. La COVID 19 nos lo está gritando bien alto: mientras todos y cada uno de los seres humanos no estemos inmunizados, el virus no va a parar. No consiste en que yo me libre y, por ejemplo, yo tenga la suerte de poder acceder a una vacuna. A la larga, mientras siga habiendo tantas y tantas personas que no tienen la misma suerte, implicará un riesgo para todos porque el virus volverá a mutar y seguirá viajando por el mundo entero.
Quiérete pero no te olvides de querer a los demás. Sólo así, el amor será puro.
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